La difusión y éxito de la serie de Netflix “Adolescencia” ha trascendido fronteras y tenido impacto especial en la ciudad de Laboulaye.
La trama gira en torno al asesinato de una joven de 13 años, por el cual es acusado y detenido un compañero de colegio de la misma edad, Jamie Miller, el protagonista del drama.
A partir de este crimen se exponen su incidencia sobre la familia y la comunidad educativa, las relaciones interpersonales en una de las etapas más complejas de la vida, la semiótica críptica de los adolescentes en el contexto de uso de las redes sociales como medio de comunicación y de generación de vínculos, el acoso escolar, el abordaje policial y judicial del caso, la conducta del imputado, entre otros aspectos de interés.
La historia de Jamie produjo un inevitable eco en nuestro ámbito debido a ciertas similitudes circunstanciales con la muerte de Joaquín Sperani Flores, ultimado con brutalidad a manos de su mejor amigo y también estudiante, ambos de 13 años y cursantes del mismo establecimiento.
La búsqueda y hallazgo de Joaquín, que se prolonga durante más tiempo que la de la víctima de la serie, tiene una diferencia sustancial en cuanto a la efectividad de la investigación.
Sin embargo, tanto en la causa Sperani Flores como en el drama televisivo se enfatizaron las capacidades intelectuales y psicológicas de los presuntos homicidas para intentar evitar la responsabilidad y las consecuencias derivadas de sus delitos.
No obstante, mientras L. M. Z. –siglas del nombre del menor declarado “no punible” por el asesinato de Joaquín–, fue “alojado para su resguardo en el Complejo Esperanza” y, posteriormente, reintegrado a su medio familiar “en una residencia ubicada en otra localidad”, según consta en el expediente, sin posibilidad de ser hallado culpable y condenado en un juicio penal, debido a la legislación vigente; no pasa de igual manera con el personaje principal de “Adolescencia”.
Hasta dónde la familia, el colegio, sus profesores y otras autoridades; los amigos y compañeros de clase, y más actores (como por ejemplo empresas generadoras de contenidos en internet), podrían haber llegado con el fin de resolver los conflictos que desencadenaron en los dos crímenes, constituye una pregunta abierta que nos interpela en Laboulaye y en los 4 episodios de la obra citada.
Para una polémica plena y profunda queda la cuestión del libre albedrío de L. M. Z. y Jamie Miller, como así también el tema de la comprensión de sus actos en el marco en los cuales ocurrieron y si son asimismo victimarios víctimas de su ambiente y condición individual.
Esta comparación no pretende ser taxativa sino que busca abrir una discusión acerca de lo sucedido en nuestra realidad y lo presentado narrativamente como una ficción cuya popularidad se acrecienta.